VAYA VAYA, AQUÍ NO HAY PLAYA

Junio se agosta con la primera ola de calor, la primera tanda de veraneantes se engalanan para masificar las playas peninsulares y el resto invade las piscinas con resignación, aguantando su turno. ¡Que empieza el verano!

Yo lo paso mal. Soy más de frío. El estío es la estación de los incendios descontrolados, los golpes de calor, la canción del verano… Y aun así, lo que más temo es regocijo de muchos: se acaban las clases. Vacaciones, sí; pero con los peques. Todo el día. Todos los días. Prácticamente tres meses. 

Llevando solo media hora de coche y los pequeños pasajeros de atrás empiezan con el mantra del “¡¿Cuánto faltaaaa?!” empiezas a apreciar la labor del equipo docente que lidia a diario con ellos. Cuando poco después recurren a los puñetazos para luchar contra el tedio del camino empiezas a pensar que, en realidad, en la oficina no se estaba tan mal. Es cuando te ruegan desesperados que pares para ir al servicio ya en autopista y justo después de abandonar el área de servicio que se agota toda la paciencia que tenía que durarte el mes entero de vacaciones. ¡Y todo eso sin haber llegado siquiera! 


Que no cunda el pánico. No vamos a tirar el verano por la borda después de pasar 10 meses deseando que llegue. Si los niños son el elemento fijo e inevitable, ¿qué tal si cambiamos nosotros? En lugar de diseñar actividades pensando en nosotros mismos, hacerlo para toda la familia pone el énfasis en los peques. Por agotador que sea, cuando ellos disfrutan, los papás también lo hacen, aunque sea de otra forma. Hay que anticiparse al desastre y estar preparados: si sabes que los viajes en coche son una ordalía, llevarlos dormidos con nocturnidad y fresquito te ahorrará años de vida; si sabes que a ciertas horas se ponen nerviosos lleva contigo material de entretenimiento que les distraiga. Disfruta con ellos. Y, bueno, si los abuelos se los pueden quedar unos días para escaparos y cuidaros un poco tampoco estaría mal.

Escrito a principios de julio deseando que llegue octubre.


Por Carlos A. Bustos

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