NEKO
Estirando todo su atigrado ser, Neko iba preparándose para dar lo mejor de sí mismo en esa soleada mañana otoñal. Aunque los rayos calentitos le tentaban a regalarse una jornada deliciosa de vagueo y vitamina D, su diminuto estómago protestó enérgicamente zanjando el asunto. Salió de su caja favorita, se aseó a lametazos usando el reflejo de los charcos de lluvia y comprobó que sus colmillos lucían brillantes y puntiagudos. ¡Ya estaba listo!
Soñando que era un puma, con pasos ligeros y saltos arriesgados, llegó jugando hasta la pescadería del barrio. Los deliciosos aromas que rodeaban al establecimiento le hicieron ronronear con anticipación. Pensó en usar su sigilo ninja y agilidad sin par y llevarse uno de esos langostinos regordetes, pero él era un gato decente. Desde el marco de la puerta, pensó: “Amable dependiente, si bien es cierto que carezco de los recursos necesarios para compensarle por sus bienes y servicios, si estimase adecuado darme un único ejemplar de esa caja tan llena le estaría eternamente agradecido y puede que hasta dispuesto a ronronear y arquear el lomo con usted”. O lo que el pescadero escuchó:
-¡Miaauuu miau miauuuuu!
Desolado, Neko sufrió de primera zarpa la pasmosa destreza con la escoba de aquel humano. Mientras llevaba a cabo una retirada estratégica con el rabo entre las patas, decidió que no le compensaba mostrarse amable. En fin, esa noche tocaba cenar en el buffet libre de los contenedores de basura.
El ritual matinal del día siguiente fue llevado a cabo con bastante menos entusiasmo de lo habitual. Si el mundo no quería un Neko afable, no valía la pena acicalarse. Bajo nubarrones ominosos que reflejaban su tormentoso ánimo, se fue directo al parque cercano a cazar palomas. ¡Se iban a enterar de quién era él!
Nada más llegar, se fijó en el chopo que dominaba el centro del jardín. En el tronco, a media altura, un afanoso pájaro carpintero creaba música mientras lidiaba con la corteza arbórea. Distraído con el fascinante ritmo, pensó que, a pesar de todo, siempre podía jugar y tratar de hacer un amigo nuevo. Creyendo que sería divertido, abrió al máximo los ojos, preparó el muelle de sus patas traseras y, tras menear debidamente el rabo, ejecutó un salto perfecto para sorprender a la desprevenida ave. Lamentablemente, en lugar de un nuevo compañero de aventuras solamente se llevó un graznido estridente y un picotazo doloroso. Se acabó, me rindo, no me entienden, no merece la pena.
El siguiente amanecer descubrió a un Neko empapado entre los húmedos restos de su querida caja de cartón. La lluvia inclemente no había dado tregua en toda la noche y el gatito, solo y hambriento, no había encontrado ni fuerzas ni ánimo para buscar refugio. Permaneció en su charquito de pena y rencor hasta que esa tarde tuvo una visita inesperada:
-¡Mira mamá! ¡Un gatito!
-Ni te acerques, tiene mala pinta y parece agresivo. ¡Está todo erizado y tenso!
-No le comprendes, es porque está solo y hambriento. ¡Nos necesita!
Débil como estaba, el gatito no fue capaz de resistirse al abrazo de la cría humana. Tras unos segundos, dejó de querer hacerlo. Se estaba calentito y las ganas de vengarse del mundo entero empezaban a difuminarse. Poco después, en lo que parecía la madriguera de la niña, le colocaron delante un cuenco a rebosar de bolitas de colores que olían a gloria y a pescado. Estaba claro, empezaban a entenderse. Y ronroneó.
Neko tenía buenas intenciones, pero carecía de las herramientas para comunicarse con éxito. Como consecuencia, trata de llamar la atención de manera desmedida o se encierra en sí mismo. ¿Os recuerda a alguien? Ni siquiera como adultos conseguimos siempre hacernos entender y, aun así, exigimos a nuestros hijos y alumnos que lo hagan de primeras y a la perfección. Carecen de nuestra experiencia, están en plena fase de desarrollo (¡están sin acabar!) y dependen de nosotros. Recordemos, para la próxima, que su rebeldía, las rabietas, las preguntas incesantes y el resto de tácticas que emplean para conseguir que les dediquemos unos minutos llevan un mensaje detrás que no saben traducir. Por lo general, viene a ser una variante de estoy aquí, quiero ser parte de esto, te quiero.
Por Carlos A. Bustos