ABUELITA, ABUELITA, ¡QUÉ DIENTES MÁS GRANDES TIENES!

¡Abuelas y abuelos! Fascinantes criaturas de sorprendentes dicotomías. Tienen toda la experiencia del mundo por habernos sufrido a nosotros y, sin tener ya la misma responsabilidad con nuestros hijos, son una influencia crítica en sus nietos. No es que lo recuerde, es que no puedo olvidar ser perseguido sin piedad por haber dejado mis huellas dactilares en la mesa de cristal del salón y experimentar penosas consecuencias por ello, como en un episodio de CSI. En claro contraste, la regordeta manaza de una de mis criaturitas grabada con grasa en el vidrio de una puerta fue ampliamente celebrada y permaneció expuesta como una decoración más del salón de los abuelos durante meses. No olvidemos la clásica dieta de la abuela: a ti te inflaban a verduritas y ahora te devuelven al niño hasta arriba de azúcar, con un bollo en una mano y un helado en la otra.

Tampoco es que me queje. No de verdad. Sacrifican su tiempo y fuerzas para ocuparse de una responsabilidad (o dos,¡o los que sean!) que no es suya cuando deberían estar disfrutando de una merecida jubilación y descanso. Llegamos los padres y, con más pena o gozo según el estilo de cada uno, les plantamos ahí al Gremlin (horarios de sueño, dietas restrictivas y el tamaño adecuado, encajan) sin anestesia ni nada. Si van a darte una tarde de descanso, o cubrirte ante un imprevisto o, incluso, si son ellos quienes se ocupan de parte del día a día como recogerlos de clase, bien pueden disfrutar de los nietos a su manera y darles algún capricho.

Dicho esto, no todo vale en la educación. Tratar de afrontar la crianza de forma poco convencional suele chocar con otros que, para bien o para mal, también tienen una gran influencia en nuestros proyectos de adultos. Desde familiares cercanos a sus propios amigos, sin olvidar a la figura clave de los profesores, a muchos no les va a cuadrar la frikada esa de la Disciplina Positiva ni ninguna otra variante que implementéis en vuestro hogar. Ahí ya depende de nosotros ofrecérselo y tener paciencia con el rechazo. Tus padres y suegros pueden ser tus mejores aliados… ¡o temibles adversarios! Si es así, después de poner límites con firmeza y cariño a tu descendencia, seguro que lograr lo propio con tu ascendencia no tiene misterio… 

Bueno, os dejo, que tengo que ir a por mis dos "alegrías", que los he dejado con los abuelos.


Por Carlos A. Bustos

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