DÍSELO
Si no sabes qué decirle a tu hijo, cuéntale cómo eras tú a su edad. Comparte con él tus ilusiones, tus decepciones y tus logros; hasta llegar al más importante, él mismo. Confíale tus sentimientos, que tenga la oportunidad de aprender a expresarlos y vivirlos. Enséñale algo que no se aprenda encerrado en un aula. Dale mil razones que le demuestren por qué la vida merece la pena, y por qué él es la tuya.
Si no sabes qué decirle a tu hija, muéstrale cómo abriste tus propias alas, que nazca en su seno el deseo de volar, independiente y libre. Regálale el relato de su llegada: los nervios de la espera y el miedo y la euforia y el agotamiento del nacimiento; la emoción desbordada del primer abrazo, esa preocupación latente permanente por su bienestar.
Si no sabes qué decirle a tu alumno, admite que te importa menos su nota que él mismo. Enséñale, sí; enséñale a disfrutar de un buen libro, a mantener la mente abierta, a sentir curiosidad por todo como cuando era un pequeñajo. Comparte con tu clase una fracción de tu pasión por aprender y descubrir y pídeles que te pregunten ¿por qué? 10 veces al día cada uno. Recuérdales que si quieren ser ellos mismos, defender sus valores y el pensamiento crítico es la mitad del camino. Aclárales que aunque les estés armando para su futuro, también esperas que expriman hasta la última gota del presente.
Si no sabes qué decir, escucha.
Si no sabes qué decir, no te preocupes; abre tus brazos y deja que venga.
Por Carlos A. Bustos