¡CONFIESA!
Al fin, el momento de la libertad. Es la hora mágica de la recogida a la salida del colegio. Nuestros queridos retoños han sobrevivido una vez más al madrugón, a nuestras prisas por evitar llegar tarde (ellos van tranquilos, la clase no va a ninguna parte), al profe que considera que la disciplina positiva es para modernos y a ese plato del comedor con ingredientes verduzcos que no es algo que nadie pediría para celebrar su cumpleaños. Entonces, deseosos ellos de compartir sus aventuras, intervenimos nosotros con toda nuestra buena intención:
-¿Qué has comido?
-¿Qué deberes traes?
-¿Qué notas has sacado?
-¿Qué te han dicho en clase?
-¿Cuántos castigos te han puesto hoy?
El pobre interrogado, ante semejante batería de preguntas, entra en modo adolescente por una cuestión de mera supervivencia y lo que podía haber sido un momento de intercambio paterno-filial se transforma en una ristra de monosílabos desganados y vagas evasivas.
Ahora rememora una de estas jornadas de duro y frustrante trabajo en las que todo corre mucha prisa y nada parece funcionar a la primera. Logras llegar a tu querido hogar y según atraviesas la puerta, comienza la entrevista del cónyuge:
-¿Por qué llegas tan tarde?
-¿Quién estaba en la reunión?
-¿Has pedido ya el aumento?
-¿Y esa mancha?
-¡¿De quién es ese pelo rubio?!
Desagradable, por decir algo. Viendo que no nos entusiasma que nos lo hagan a nosotros, enseñemos a los más jóvenes una alternativa, que ellos ya se encargan de aprender por imitación. Cuéntales que esta mañana el simpático de tu jefe te ha llenado el escritorio de formularios pendientes mientras él se ha ido a una reunión urgente con los palos de golf a la espalda. Comparte con ellos cómo te ha hecho sentir y cómo has reaccionado. Diles también que te has encontrado con un viejo amigo y os habéis puesto al día, que no van a ser todo penas. Es probable que no te confiese su secreto mejor guardado al primer intento; deja que se acostumbre y que se vaya abriendo. Pronto te contará cómo ha avistado a su primer unicornio rosa volador y lo emocionante que ha sido, o algo parecido.
Eso sí, hay que dejar el móvil un ratito para escuchar de verdad, con atención y cariño. Si no, ni te molestes.
Por Carlos A. Bustos