CUÍDATE, CUÍDALES
Has tenido un día en el trabajo de esos que te hacen plantearte seriamente tus decisiones vitales hasta ahora. El efecto de la cafeína de tu segundo café ya ha dado paso al agotamiento extremo. Después de media hora tratando de aparcar, logras llegar a casa, deseando desconectar y pasar un rato agradable en familia. Desgraciadamente, una vez más, tu progenie tiene otros planes…
La hora del baño es una oda a la furia de Poseidón, la cena recrea escenas bélicas con cucharas por catapultas y a Morfeo se le hace esperar. Si te ha durado la paciencia hasta aquí y has sido capaz de tratarlos con firmeza y cariño a pesar de todo, enhorabuena: eres un héroe parental y los herederos de tus deudas probablemente crezcan sanos, felices y equilibrados. Por otra parte, siendo un ser humano normal, lo más probable es que haya habido gritos, luchas de poder, castigos, amenazas y llantos; de ellos y tuyos.
¿Qué le falta al más agotado del segundo ejemplo que permite al superpapá/mamá del primero mantener la templanza?
Muy probablemente, la diferencia esté en el autocuidado. En el frenesí diario inevitable olvidamos que, además de ocuparnos de los que nos rodean, es esencial mimarnos a nosotros mismos de vez en cuando. La Lengua lo dice: “la gota que colma el vaso”, “no tientes los límites de mi paciencia” o “estoy hasta arriba” ejemplifican que sí que hay un punto en el que, como cantaba Camilo Sesto, ya no podemos más. Aunque parezca imposible, encontrar un paréntesis para desconectar y vaciar un poco nuestro vaso de estrés es vital para poder seguir funcionando en condiciones. Para cuidar a tus hijos debes cuidarte tú antes. No es egoísmo, es lo que necesitas hacer antes de esos momentos que tanto te desesperan para poder afrontarlos con otra perspectiva, hasta con buen rollo. Recuerda que si tus seres más queridos son esa “gota que colma el vaso”, tu respuesta va a ser negativa y eso cala para toda su vida (ahí queda eso).
Organízate con tu pareja, cambia tus horarios, quita horas de pantallitas; haz lo que sea pero encuentra esa media hora para recordarte quién y cómo eres y darás a tus pequeños la oportunidad de ser tan maravillosos (¡o más!) como lo son sus padres.
Por Carlos A. Bustos