CASTIGOS, ¿sí o no?

¿A quién no le han castigado nunca?

Puede que entendieses que “era por tu bien”. Puede que te enfurecieses como un volcán o llorases desconsoladamente. Lo que seguro que pensaste fue: “a la próxima no me pillan”.

No lo vamos a negar, el castigo a corto plazo funciona, igual que el miedo o el dolor. Como estos, crea un rechazo temporal a la conducta, junto con una desconexión de quien nos ha dado ese trato tan desagradable. Sin embargo, a la larga lo que conseguimos es que el castigado aprenda a evadirnos, a esconderse. En definitiva, a desconfiar de nosotros. Además, no nos olvidemos de que de todo nos cansamos: desarrollamos tolerancia y la poca efectividad de la punición se reduce. “Ya le he quitado todo y le da igual, ya no se qué hacer” es la frase inevitable en los estilos de crianza autoritarios basados en castigar a diestro y siniestro.

Debemos plantearnos si la educación que damos es solo para el momento inmediato o si estamos formando futuros adultos cuyas características estarán fuertemente influidas por lo que experimentaron en el hogar en su infancia y adolescencia.


Por Carlos A. Bustos

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CUÍDATE, CUÍDALES