2 MINUTOS

Tal cual, 2 minutos. Sin exagerar, controlado con reloj. Sabiendo de antemano que estaba al tanto. Habiéndolo convertido en un reto, por aquello de lograr la tópica respuesta desafiante adolescente que le brindase algo de fuerza de voluntad, una pizca de decisión. Combinado con la mirada indebidamente interesada de los compañeros, aportando presión de grupo. Nada. Ese par de minutos es todo lo que le duró la concentración (y la voluntad, la intención, las fuerzas, la esperanza y quién sabe qué más) a uno de mis estudiantes que sufren mis clases de apoyo escolar mientras pretendía repasar algo… con su tablet escolar.

Y fue como a traición. Sin pretenderlo. El cerebro está ya tan condicionado que mecánicamente, por hábito, abandonó los apuntes digitales para zambullirse en una pestaña saturada con notificaciones. Se dio cuenta al momento de que había fallado el desafío de aguantar la concentración, por lo que pidió otra oportunidad. Duró un poco más: 5 minutos. No pudo evitar curiosear su propia galería de imágenes.

¿No le importaba el tema? ¿Quería llamar la atención? En realidad, ya tenía a toda la clase pendiente de sus acciones y sí que había mostrado entusiasmo por el reto. Simplemente, ya tiene programado (en su cerebro vulnerable por estar en pleno desarrollo) interactuar con el dispositivo que tenga más a mano cada poco tiempo para conseguir la siguiente dosis de dopamina lo antes posible. Y no lo puede evitar: la gran mayoría de aplicaciones ya están diseñadas para circunvenir o impedir el desarrollo de nuestro sistema de control inhibitorio.

Hemos dejado que base su ocio en el móvil y asiste a un “centro educativo” que tiene la tablet como material principal de aprendizaje (a pesar de que la neurociencia ha demostrado que es un sinsentido académico y que algunos de los participantes con mejores resultados en los informes PISA como Países Bajos ya lo han prohibido).

Asistimos a la implementación de las TIC a la educación gracias al reto del Covid y quien te diga que fue un éxito te está tomando el pelo. La tablet con sus juegos interactivos les tienen muy entretenidos, pero ya hacen fotos a la pizarra en vez de tomar apuntes. No necesitan estar atentos en las lecciones: tienen apuntes y deberes en la nube (la mar de cómodo para los profesores también). Tienen una unidad hablando del peligro del uso excesivo de las pantallas, y se lo dan online. Hemos pasado de "la letra con sangre entra" a "mírate un vídeo, no me molestes". Malas las dos; el problema es que el dolor de los nudillos pasaba, las habilidades que no desarrollan porque el móvil lo hace por ellos no aparecen luego por arte de magia. Y se va notando en el aula.


Por Carlos A. Bustos

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